Bajo los cielos de zafiro by Belinda Alexandra

Bajo los cielos de zafiro by Belinda Alexandra

autor:Belinda Alexandra [Alexandra, Belinda]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-02-20T05:00:00+00:00


Diecisiete

Stalingrado, 1942

Queridas mamá y Zoya:

Hace tiempo que no tengo la oportunidad de escribiros más que unas pocas líneas. Pero hoy está lloviendo y los alemanes no se han aproximado, así que estoy en el búnker con las demás chicas y una pequeña estufa para calentarnos. Si os digo la verdad, cuando me informasteis de la muerte de Román en Voronezh, me puse triste y me costaba hablar con la gente. Me entusiasmaban las misiones, pero, al volver, lo único que quería era irme a dormir o dar un paseo. Como sabéis, Román era amable conmigo. Para bien o para mal, antes de partir hacia la guerra nos prometimos que, si sobrevivíamos, nos casaríamos. No estaba enamorada de Román, pero era un buen hombre y tal vez podríamos haber llevado una vida feliz juntos. Ahora, cuando emprendemos misiones para cubrir a las tropas de tierra, lo recuerdo y hago todo lo que puedo por proteger a los hombres.

Tener aquí a Svetlana es reconfortante. Saber que cuida de mi avión me da confianza en la máquina que me lleva a la batalla cada día. La vida de los mecánicos es más dura que la de los pilotos. Deben revisar cada avión cuando volvemos de las salidas —a veces seis veces diarias o más— y luego repararlos por la noche con sólo una linterna para iluminarse. Las pilotos y miembros de la tripulación compartimos un búnker subterráneo, pero cuando hace más frío, los mecánicos tienen que cerciorarse de que los motores no se congelen por la noche. Así que ahora Svetlana duerme en una trinchera cerca de los aviones con los otros mecánicos y sólo un toldo para protegerse de los elementos. ¡Cuando la saludo por la mañana, tiene hielo en el pelo!

¡Qué buena amiga es Svetlana! Con sus cualificaciones no tenía por qué venir al frente, pero lo hizo para estar conmigo. Su madre le escribe, lo sé, pero nunca le manda nada. Puede que Lidia Dmitrievna esté atravesando dificultades. ¿Podrías enviarme la colcha de la cama para que Svetlana no pase frío y esos guantes finos que guardo en el cajón? Tiene costras en las manos y quizá con los guantes podrá llegar a las partes complicadas del motor y protegerse la piel. Menuda pareja formaremos entonces: ¡yo con mis rulos y Svetlana con guantes de gala reparando el avión! ¿Qué dirá el capitán Orlov?

Todavía no os he hablado del líder de mi escuadrón. El capitán Orlov es el hombre más atractivo que he conocido en mi vida: alto, de hombros anchos, mandíbula marcada, ojos marrones y pelo castaño. ¡Pero es muy serio! Por supuesto, la situación desesperada en la que nos encontramos en Stalingrado no es para reírse y estamos más tristes de lo normal, pero el capitán Orlov habla con tanta gravedad de la sopa o de la poesía de Pushkin como al informarnos de que nuestro escuadrón está a punto de enfrentarse a cincuenta aviones enemigos. Su solemnidad me hace reír, lo cual es incómodo, porque no tiene sentido del humor y, cuanto más intento controlarme, más me río.



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